lunes, 25 de mayo de 2009

asediados

La situación empeora. Los cruceros lograron llegar a destino y el combate permanente me impide escribirle con la frecuencia que Ud. se merece. Ya no distingo el sonido de las metrallas del que emiten los cañones... tal es el barullo que retumba en nuestras cabezas. Entendí por la carta que me envió tiempo atrás (puedo pensar que pasaron años...) que está por desembarcar en nuestras costas. Que Dios me sostenga para volver a verle.

Mi gata, de a poco, va aprendiendo a comer chocolate. Las encomiendas no están llegando y su alimento balanceado se terminó, junto con las ratas y los pájaros que cazamos el otro día. Ahora fraccionamos la comida de modo que ella coma un día y yo otro, tratando de cubrir todos los días entre las dos... está de flaca la pobre. Parece una laucha. Sólo yo sé lo que la pobre daría por una barra de cereales.

Como si fuera poco, la escasa lectura que me distrae en el entretiempo no me da más que sinsabores. A estos años de mi vida me vengo a enterar que aquella Dulcinea del Toboso, como me llamaba un tío en mis años mozos, no es la doncella encantadora y respetable que siempre imaginé. No sólo es una "moza de pelo en pecho" sino que se llama Aldonza Lorenzo. Mi desconsuelo es atroz. Mi pobre gata no hace más que hacer fiesta y traerme conejos en la boca para que no recuerde. Pero no puedo olvidar aquella canción con la que crecí, que decía así (permítame que se la cante, por favor).

Dulcinea del Toboso,
si te gusta esta canción
no te olvides que a nosotros
nos gusta el Mantecol.

...........cómo duele recordarla. Pero dicen que así se saca la congoja del alma. Gracias por escuchar.

Pero por favor... no quiero entretenerlo más con mis penas. Cuénteme por favor cómo van sus negocios. ¿Logró convencer a la gente de la importancia de tener un bolígrafo para escribir bajo el agua? Yo me sigo felicitando por haberle creído. Los permanentes aguaceros que vivimos no me impiden contarle mis desgracias. Supongo que ellos también se darán cuenta de lo que es tener una verdadera ventaja en el bolsillo. ¿Y esa red de la que me había hablado? ¿Logró que esa buena señora entrara en razones y la construyera? Haré lo que necesite por convencerla. Si precisa, avíseme. Y por favor.. bájese de esa bicicleta, que ya me está poniendo incómoda: no hace falta que lea mi carta montado en ella.

escrito en febrero de 2004

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