martes, 1 de junio de 2010

al jardín de la república

El día en que soñás que Mercedes Sosa está amasando empanadas en tu casa, te levantás con la sensación de que ese sueño no estaba destinado a vos; de que por algún error esas imágenes, que iban camino a otro paraíso onírico, se desbarrancaron y se colaron en tu habitación, metiéndose en tu historia ya comenzada. Y es cuando te levantás que empezás a tramar argumentos que expliquen su presencia en tu mundo imaginario. No es que te sorprenda que una celebridad se te aparezca en sueños, porque, digámoslo de una vez, no es la primera vez ni será la última. Pero... ¿amasando empanadas?

Ya oí hablar de la teoría de que a todas las personas con las que soñamos las hemos visto alguna vez en la vida. La creo posible porque incluso las sensaciones que tengo en sueños son tan vívidas que estoy segura de que lo que sueño lo he vivido, tal vez en algún otro orden, tal vez con sentimientos asignados a otras situaciones, pero vivido al fin.

Sin embargo nunca estuve en el amasado de empanadas. Mucho menos en compañía de Mercedes Sosa. Y no menciono que el ambiente me resulta totalmente desconocido porque no tiene nada de sorprendente. Y si ni situación ni lugar me resultan familiares, ¿de dónde saqué la imagen de alguien con mangas arremangadas y manos con harina, rodeado de arandelas de masa para el armado de un empanadaje masivo con miras a algún evento cercano y desconocido, para luego atribuírsela a la figura de Mercedes Sosa con su eterna pollera? No digo que la imagen no tenga sentido, no señor, válgame Dios, que si alguien pregonó por las empanadas, ha sido ella en su condición de tucumana. De hecho, no se me ocurre mejor representante para tan sublime alimento. Pero así y todo, que se me apareciera una noche de verano, sin esa comida ni su música de por medio, no me cierra. Me pregunto si su hijo estaría cerca y tuvimos intersección de espacios oníricos. Tal vez un nieto que la recordaba con melancolía en aquella situación, ahora que no está más con nosotros. ¿Quién sabe? Es algo que explicaría cabalmente la imagen tan familiar que acudió a mí aquella noche. La pregunta que me surge ahora es ¿cuál de mis experiencias reales le habrá tocado ver a él? ¿Qué parte de mi vida se le reveló al otro en el encuentro de universos?

En otra oportunidad les cuento de la teoría de los sueños que se apilan en los sitios donde el plumero no alcanza a limpiar. Pero será argumento de otra conversación con ustedes y con el más allá.

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