lunes, 22 de febrero de 2010

cuestión de género (literario)

No saben lo que me pasó: la literatura esta vez dio una vuelta sobre su cola y me dejó mordiendo el polvo. No es que ahora me quiera hacer la crítica literaria, pero esto es demasiado para mi capacidad de asombro y NECESITO escribirlo acá.

Es que acabo de abandonar el libro "El vagón de las mujeres", de Anita Nair y estoy con un poco de malestar atragantado. No puede ser que haya una plantilla de libros para tratar "temas femeninos". No lo quiero creer. Hace apenas un año terminaba "Nosotras que nos queremos tanto", de Marcela Serrano, como incursión en este tipo de literatura. Asombrosamente estos dos libros tienen exactamente el mismo esquema: un grupo de mujeres se reúnen, por azar o decisión, y llega al lector, directa o indirectamente, la historia de sus vidas: un glosario en el que están todos los estereotipos de la mujer sufrida: la que no se casa y es, por ello, vista con malos ojos por los demás; la que es sometida por el marido; la que es obligada a abortar (en este libro un solo personaje tuvo que hacerse cargo de estas dos últimas penurias); la "enamorada" de su marido y casi feliz del matrimonio (esta no es sufrida, pero lo es a los ojos de las demás que la ven como abnegada sometida, de ahí las comillas a enamorada); la revolucionaria que se anima a desafiar a todos y hacer lo que se le antoja, y demás personajes que no alcancé a conocer porque preferí dejarlo a mitad de camino teniendo en cuenta que el libro ya lo leí pero con mujeres de Chile y una época de dictadura militar (en éste la dictadura viene a ser la religión y transcurre en la India).

Me soreprendió encontrar una vez más un libro que se encarga de enumerar todas las injusticias sociales por las que pasan las mujeres creando claramente personajes ad-hoc(*) para exaltar la fortaleza de que son (somos) capaces. Entiendo que haya lugares donde estos libros son aún necesarios, pero la verdad que me parece anacrónico para la Ciudad de Buenos Aires de 2010 donde la fortaleza de las mujeres está clara en cuanto son (somos) consideradas personas capaces y responsables de todo, aunque sigan repartiéndose asimétricamente las tareas del hogar y los salarios por igual desempeño (doy fe). O sea, el asunto de la desigualdad existe, no digo que no. Pero me parece que de este tipo de asuntos estamos algunos pasos más allá (no es extraño que las mujeres trabajen y los hombres se encarguen de tareas domésticas) y estos libros no tienen nada de revolucionarios (ya séeee ya séee no lo escribieron acá, sólo me refiero al hecho de leerlos acá).

Sin embargo hay cosas que rescato: que, aunque parezca una matriz donde ponés los "temas femeninos a tratar" y después generás los personajes para armar el libro, el hecho de que los temas sean los mismos hace que me asombre que se haya tratado a la mujer de igual modo en muchas culturas. Que el listado de temas y las críticas sociales sean las mismas en países tan distantes no me parece un tema menor: habla de cuán global se están volviendo las miradas culturales. Finalmente, está bueno conocer un poco la cultura de la autora, aunque vea que es una cultura manipulada y un poco tuerta. Tuerta porque casualmente todos los personajes tienen un rol de víctima de los mandatos sociales y no se encuentra ninguno (femenino) que haya visto la parte ventajosa del rol que ejerció o que haya disfrutado de su vida dentro de esos esquemas. Porque creo que ellas también están (y tengo a mi abuela de modelo).

Tuve la sensación permanente de que estaban tratando de taladrarme el coco mostrándome a unas pobres víctimas (¡malditos! ¡miren lo que les hacen!) para que se viera su estoicismo, y no creo necesario lo uno para lo otro. Además, me parece un método manipulador con el que me subestiman como lectora y como persona: como lectora como si no pudiera darme cuenta de lo que el autor quiere remarcar si no lo hace de manera obvia; como persona como si necesitara que el escritor me señalara con el dedo qué cosas están bien y qué cosas mal. Creo que es más impactante y efectivo un libro que muestra las injusticias como algo natural (incluso para quien las padece) sin que el autor se muestre horrorizado; no es necesario un manual de moralejas sobre qué cosas hay que tolerar de la sociedad y qué cosas no.


Chau, me voy antes de que me tiren con algo las mujeres.

(*) En este libro, el de Nair, al menos los personajes no son traídos tan forzosamente y de los pelos como sucedía en el de Serrano.

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jueves, 18 de febrero de 2010

rutinas

"Nos gustaba realizar construcciones que llamábamos "módulos". En una papeletita escribíamos en versos sencillos tres o cuatro frases, en las cuales tratábamos de engastar un pequeño fragmento del mosaico del mundo, a la manera como se engastan piedras en metales. También al construir aquellos módulos empezábamos con las plantas, y siguiendo aquel camino llegamos cada vez más lejos. Describíamos de ese modo las cosas y sus metamorfosis, desde el grano de arena hasta los acantilados de mármol y desde el segundo fugaz hasta las estaciones del año. Al atardecer nos pasábamos el uno al otro las papeletas y, una vez leídas, las arrojábamos al fuego que ardía en la chimenea."
Ernst Jünger - Sobre los acantilados de mármol

Llegó a mis manos, de parte de y recomendado por alguien a quien acababa de saludar por primera vez en mi vida, un libro en el que me encontré en múltiples hojas. La magia de la literatura se hace presente incluso de esta manera, y me hace feliz saber que supe encaminar mi vida de manera que me llevó a estar en el lugar y momento precisos para que me tocara con su brillo.

Del narrador, la pasión por las plantas y su colección de hojas fue lo primero que encontré cercano a mí. Y cuando describió la rutina-ritual que llevaba a cabo con su hermano quedé conmovida recordando mi relación con mi hermana en nuestros años de infancia y adolescencia.

Definitivamente nuestras noches respondían a un patrón. Como si se tratara de una rutina organizada extendíamos la jornada hasta las dos de la mañana, hora en que terminaba el programa de radio que escuchábamos religiosamente mientras hacíamos tareas escolares o poníamos orden en nuestra habitación. Recién después cambiábamos el dial a una radio musical y nos disponíamos a acostarnos. Pero por más cansancio que tuviéramos, y por más que hubiéramos pasado el día juntas, todavía nos quedaban conversaciones por cerrar, cuando no por iniciar. Así, la oscuridad del cuarto se iba llenando con charlas que viajaban de una cama a la otra y que, conforme pasaban los minutos, iban transformándose en frases jocosas que terminaban en estridentes risotadas, las cuales, inevitablemente, se sofocaban luego del infaltable pedido de silencio (a gritos) por parte de nuestras hermanas desde la habitación vecina. Las risas frenaban pero no la charla, que se extendía hasta que era vencida por el sueño.

A la mañana siguiente la pregunta era siempre la misma: ¿quién se durmió primera? Hasta estos días sigue abierto el misterio de cómo sería la dinámica del fin de nuestras conversaciones. ¿Sería que una se dormía mientras la otra hablaba? Y la que se quedaba hablando, ¿se daría cuenta? ¿O se quedaba dormida esperando respuesta? ¿O sería que se quedaba dormida mientras trataba de hilvanar la siguiente frase y, mientras tanto, también sucumbia la otra? Lo cierto es que eran muchas las veces en que nos dormíamos sin habernos despedido con el propósito de terminar el día.

Hoy, esporádicamente, me siguen agarrando ataques de risa y verborragia cuando apoyo la cabeza en la almohada. Y no puedo evitar recordar con nostalgia la sintonía con mi hermana en aquellas noches de adolescentes, cuando no nos importaba tener que levantarnos de madrugada para salir al colegio y preferíamos seguir de jarana hasta que las velas no ardieran. Claro: la nostalgia es porque nos daba el cuero.

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domingo, 7 de febrero de 2010

que tú y yo estamos locos

Al parecer, la locura ha mejorado su prensa en el último tiempo. Y no porque haya salido nadie a hablar bien de ella ni de quienes la padecen. Ni porque los hospitales neuropsiquiátricos hayan pasado a ser hoteles de lujo. Simplemente que el loco ha pasado a ser una figura simpática en el imaginario popular. Así, las mañas, las manías, los rayes extremos y los gustos extravagantes no se cuentan como rasgos de personalidad ni con la timidez que habrá conocido algún tiempo atrás, sino con una sonrisa pícara coronada por una frase que, si bien puede cambiar de palabras y tonos, autoproclama locura. "Ya sé, estoy loco", "no digas nada, estoy loco, ya lo sé", "sé que no es normal, pero bueno, estaré loco" son algunas de las frases que vienen trepando en el ranking de enunciación de frases hechas. Lo que no consigo distinguir aún es si la locura que acusan se debe a que se encuentran originales diciéndolo o porque realmente creen que comer el contenido del hueso del pollo es algo tan pero tan absurdo que uno merece ser medicado de por vida o, cuantimenos, ser visto como una persona con problemitas. ¿Andaremos necesitando sentirnos especiales?

Por mi parte, me niego, me rehúso, a creer en la locura justificada por comer la grasa del churrasco, el morrón crudo o tomar leche sola.

Afortunadamente he descubierto que no estoy sola en la cruzada contra los autolocos-lindos. Leyendo "Delirio", un magnífico libro de Laura Restrepo, encontré una frase que me vino como anillo al dedo para lo que quería escribir aquí.

Transcribo: "[...] mientras que yo, un profesor de clase media, dieciséis años menor que ella, era marxista de vieja data y militancia de hueso colorado y por tanto desdeñaba la locura chic en sus versiones tipo ¡Ay, qué locura!, No seamos locos o Hicimos la cosa más loca."

Gracias, Laura. Sintetizaste en dos renglones una idea que abarca mucho y cada vez más.

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viernes, 5 de febrero de 2010

no sumes que oscurece

Uno de los carteles que sí me di el gusto de colocar en el trabajo fue el que pedía que fueran más cuidadosas al momento de dejar el baño y tuvieran consideración de quien les siguiera en su uso. De todas las ironías que se me ocurrieron por tener que dejar un cartel tan obvio como respetar la higiene, hubo una que no quité. Fue un sencillo "Y no olvides lavarte las manos al salir" colocado después del "Muchas gracias" que cerraba el comunicado.

Las repercusiones fueron inmediatas. Por los escritorios, en rinconcitos por allí y por aquí, se escuchaban los murmullos de quienes se quejaban de la misiva. Pero en todos los casos la queja final era eso de lavarse las manos, que ya no se correspondía a la higiene general sino a la higiene personal (si no privada), y que no daba que se metieran con eso.

De inmediato registré una nota mental: no visitar los escritorios de quienes se sintieron ofendidas. Porque las ofensas sólo puedo interpretarlas como un rasguñito en el orgullo. En que sintieron que las acusaron de sucias por elegir no usar el jabón después de usar el inodoro, en su absoluto derecho de uso de libertad. Quise preguntarles si tenían claro para qué se usaba el baño, pero prefierí hacer silencio y bosquejar un cartel de esos que no verán la luz.


¿Creés que la higiene personal (particularmente el uso del baño) no es higiene general?

Juguemos al jueguito de Verdadero o Falso como en la revista Cosmopolitan. Por cada pregunta que contestes como Verdadero, sumá un punto.
Como resultado sabrás cuánto querrá la gente compartir baño (y oficina) contigo.

-Mis manos se desinfectan automáticamente una vez que cruzo la puerta del baño hacia el lado de afuera. No hace falta que me las lave.
-Como toco todo con la punta de los dedos considero que no me ensucio tanto las manos. No hace falta que me las lave.
-Como todos los demás se lavan las manos cuando usan el baño, está todo limpio y no hay nada que me ensucie. No hace falta que me las lave.
-Cuando toco los escritorios con las manos sin lavar después de usar el baño no desparramo gérmenes porque soy así de amarreta. No hace falta que me las lave.
-La señora de la limpieza viene todos los días. No hay tiempo de que transmitamos enfermedades entre nosotros. No hace falta que me las lave.
-Si sólo hago pis no pasa nada. Si hago de lo otro claaaaro que me limpio las manos.

Resultado:
0 puntos: sos de nuestro clan. Te invitamos a que te sumes a la movida.
1-2 puntos: te falta un golpe de horno. Ya tenés claro de qué se trata. Un esfuercito más.
3-4 puntos: intentaremos que nuestros recorridos en las oficinas sean divergentes.
5-6 puntos: agradeceríamos que te abstuvieras de usar las instalaciones.


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