sábado, 7 de mayo de 2011

escribir escribiendo

Parece una burla: busco desintoxicarme de la vida frente al monitor paseando por jardines y recogiendo frutos de árboles extraños y la consecuencia inmediata es una feroz necesidad de ponerme a escribir (frente a la máquina, por supuesto, que de lo contrario tardaría años). Pero no de ese “escribir algo en particular” sino de escribir como mero ejercicio de volcar la cabeza en un papel con lo que quiera surgir de ella y abandonarme a ese relajo en que quedo cuando consigo empezar un texto que puede ser continuado trazando el camino que a él se le antoje.
Encontrar ese momento en que la ansiedad -la permanente, la que es ansiedad de cualquier cosa- se sosiega y se pueden cerrar chats, cuentas de correo y el sinnúmero de ventanas de entretenimiento de lo más efímero abiertas en el navegador, es similar al que se debe sentir al iniciar una escalada: uno siente que todo lo demás puede esperar y que en el presente sólo está lo que tenemos enfrente: la hoja en blanco, la montaña interminable. El proceso de alcanzar la cima es de una concentración tal que hace que te olvides de que el tiempo es finito y que, mientras estás escribiendo, claramente no estás llevando a cabo tu imposible meta de leer todos los libros del mundo; ni de cocinar todos los platos que alguna vez quisiste servir en una mesa; ni de escuchar una vez más esas canciones tan hermosas que te erizan la piel; ni de ponerte al día con los discos que jamás escuchaste; ni de.... Estás escribiendo y se terminó. Y es como sentarse a la orilla de un río y dejarse llevar por el sonido del agua en una tarde de sol y con frío, donde uno se siente tan bien y tan vivo que no concibe que exista algo llamado mundo.
Alcanzar la cima ya será haber agotado todo lo que la cabeza tenía para volcar, se haya convertido esto en un texto potable o no. La clave, como en el deporte, está en el ejercicio.
La permanente excusa que me lleva a no sentarme frente al teclado es la falta de ideas, aunque perfectamente sé que se trata de pereza. Y de golpe recuerdo un librito muy simpático, regalo que me hizo Fede en algún cumpleaños, que se llama “Escribir (una antología)” con frases de Henry D. Thoreau, en donde marqué una cita que me pareció muy interesante y que hoy resulta oportuna: “En cuanto a los temas de redacción, bajo el título ‘Miscelánea de pensamientos’, coloca a una [alumna] junto a una ventana para que anote lo que pasa en la calle, y haz que lo comente, o que mire al fuego, o a una esquina donde haya telarañas, y que filosofe, moralice, teorice o lo que sea”. Será cuestión de ponerlo en práctica y, tal vez así, sin ponerme un objetivo claro, consiga los textos que hace tiempo quiero que surjan y siguen sin emerger. Será cuestión de armar la carpeta “misceláneas de pensamientos”.

Para terminar, dejo otra frase del mismo escritor y que puede servir como motor de ideas: “En el perímetro de las costillas de un hombre hay espacio y lugar suficiente para cualquier biografía”.

Hasta pronto.

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