viernes, 27 de febrero de 2009

sorpresa de micro...bios

Como cada viaje que nos tocó emprender en micro, elegimos con detenimiento los asientos, considerando no sólo su ubicación respecto de la ventanilla, espacio para los pies y espacio para el equipaje, sino también la máxima lejanía del resto de los ocupantes. Fuimos de los primeros en subir, por lo tanto la distancia a los demás la supusimos eligiendo asientos pasada la mitad del micro. Poco a poco fue subiendo la gente y ubicándose en los asientos que les dictaba su criterio. Lamentablemente para nosotros, el criterio de tres muchachos distó mucho de los nuestros, con lo cual quedaron exactamente a nuestras espaldas.

Detectar que eran argentinos no nos costó nada. Este trío impresentable venía eligiendo lugar a los gritos y a las puteadas.

La ciudad de la que partíamos era de habla alemana. La ciudad a la que íbamos, checa. Por esos lugares era muy difícil encontrar a alguien hablando español. Con esta particularidad, nuestros nuevos acompañantes estaban fascinados. No paraban de decir guarangadas, de agredir verbalmente a todos los que iban subiendo ni de agredirse entre ellos del modo más soez posible. Todo, claro está, a los gritos y con carcajadas, divirtiéndose sobremanera con que nadie entendiera que cuando decían "culo", significaba el culo de su idioma. Pero siempre hay peros. Y el pero ahí fuimos nosotros quienes, hasta que no nos involucraron, no hicimos más que avergonzarnos de la actitud adolescente y mediocre de estos coterráneos de cerca de 30 años de edad. Y no tuvieron mejor idea que meterse con nosotros, que tenemos pocos pájaros y mismo idioma.

De golpe mi asiento sufre una sacudida increíble. El jovenzuelo que estaba sentado detrás mío había descubierto que tenía bandeja para viaje y estaba jugando con ella con la clásica excitación de lo recién conocido. Nuestra reacción inmediata fue darnos vuelta los dos y quedarnos mirándolos. Y ahí empezó el diálogo entre ellos diciendo que la próxima nos escupían directo a la cabeza, que eran buenos apuntando... y etcéteras. Mientras los escucho, comento a mi adorado acompañante que estaban hablando de nosotros convencidos de que no los enteníamos. Él se dio vuelta y les dijo "yo también entiendo argentino". Santo remedio. No sólo los escuché maldecir entre ellos que fuéramos argentinos y los entendiéramos, sino que inmediatamente se conectaron a sus mp3 y dejaron de hablar. Yo no salía de mi asombro. No recordaba semejante actitud desde mis 10 años. ¿Cómo podía ser que dos hombres y una mujer de 30 años se comportaran de esa manera SÓLO porque nadie a su alrededor entendía lo que decían? Su inmediato silencio me hizo interpretar que sintieron vergüenza. Y eso me pareció un punto rescatable al lado de tanta pudredumbre que sacaron por la boca.

miércoles, 25 de febrero de 2009

tu mugre es tuya

Trabajo en una empresa con muchos empleados. Como empresa que se precie de tal cuenta con una cocina y comedor para que dispongamos de ella a cualquier hora, pero más aún a la hora del almuerzo. Hay ahí, además de sillas y mesas, heladera, microondas, máquina de café y pileta para lavar lo que vayamos ensuciando. También viene una persona a media tarde para limpiar. Por supuesto que entre las cosas que limpia está la cocina, la cual, después de que haya pasado un batallón hambriento, suele quedar en un estado bacteriológicamente peligroso.

En todo este grupo de trabajo que somos, muchos son jóvenes que aún no han abandonado el hogar materno y lo hacen notar dejando plato, vaso, cubiertos y hasta el tupper de su casa, metidos prolijamente en la pileta para que "alguien" lo lave.

Luego de muchos intentos para que cada uno se hiciera cargo de su mugre, los que comemos más rezagados seguimos encontrando la pileta llena de cosas que dificultan la limpieza de las propias. Éste es uno de los carteles que proyecto colocar si la situación continúa. El cartel y una birome colgando de una piola :)






No conseguí hacer una tabla como la gente y puse esta imagen, que se ve pésimo. Parece que este cartel no quiere salir ni en versión digital... pff....

carteles silenciosos

A diferencia de 'proyecto cartele', que se encarga de recolectar fotos de carteles cotidianos (y particulares! recomiendo fuertemente una visita al sitio) all over the spanish talking world, bajo esta etiqueta voy a registrar los carteles que voy imaginando en diferentes situaciones pero que no verán la luz del sol pese a que sus confecciones me ocupen la cabeza mientras viajo de un sitio a otro (cuando no unas cuantas horas corriendo en paralelo mientras trabajo).

Para cuando te parece que hay que aclarar lo obvio: ¡decilo con carteles!

martes, 24 de febrero de 2009

agua pública

Una de las cosas que me asombró de viajar por diferentes países fue encontrar una amplia gama de mecanismos de desagüe y de apertura del agua dentro de los baños. ¡Y no sólo en los inodoros! Tengo para contar también de lavabos y de duchas.

Capítulo 1: la ducha
Sucedió en dos de los tres hostels que habitamos en Berlín. Hora de la ducha. Hostel impecable. Baño muy cuidado. Busco cómo se abre la canilla y sólo encuentro un monocomando (hasta ahí nada nuevo) pero con tecnología pressmatic, esa que saca una cantidad de agua fija cuando se presiona. No cabía en mi asombro. Los primeros cinco minutos los dediqué a buscar cuál era el mecanismo que había que activar para que se mantuviera fijo y no tener que presionarlo cada 30 segundos (al tiempo que mi cerebro repetía incansablemente "me están cargando"). ¡Claro! Yo daba por sentado que ese mecanismo existía, porque no podía ser que pretendieran que me bañara apretando el grifo a razón de 2 veces por minuto. Pero era así. Si no, ¿qué sentido tenía que pusieran esa tecnología en las duchas, no? Economizar agua, que le dicen. En definitiva, me sumé al juego. Usé el agua necesaria para enjuagarme y en los momentos en que no la requería, no la hacía correr. En el siguiente hostel la situación fue la misma. Y después ya me quedó un poco como manía (para variar) aprovechando que las duchas tenían monocomando y la temperatura quedaba ya ajustada. En los momentos que no resultaba estrictamente necesario, cerraba el agua. ¡Y más planeta para todos!

Capítulo 2: el lavabo
Firenze. Bar en el que nos daban el desayuno del hotel donde parábamos, a falta de espacio para que lo sirvieran en el mismo lugar que donde dormíamos.
Después de tomar el violento café con leche, que me dejaba temblando por tres horas, de comer la "factura", que me dejaba las manos enchastradas, y de leer algo en el diario, que me hacía sentir que entendía algo de italiano, fui a quitarme la melaza que había pasado de la factura a mis dedos. El baño era un recinto de una sola puerta donde entraban tanto hombres como mujeres. Ahí estaba la pileta para las manos y los inodoros estaban detrás de las puertas que sí separaban a las gentes por su sexo (discriminación! discriminación!). Como es el clásico proceder, me puse jabón líquido, hice espumita y, cuando quise enjuagarme, válgame Dios, ¡no había grifos! Ustedes dirán "mujer, el detector de manos". Yo les contestaré: tendrían que haber visto el estado y la antigüedad de ese baño para que ni se les pasara por la cabeza semejante idea. Pero por suerte a esa altura del partido ya estaba, además de hiperestimulada por el café, preparada para que las cosas no fueran como lo esperado. Después de buscar por los lugares cotidianos, miré por debajo de la pileta (ahora no entiendo cómo se me ocurrió eso) y encontré un pedal. ¡Sí, señores! Un pedal mediante el cual se abría el flujo del agua. Mecanismo inteligente, por cierto. Podés usarlo en continuado y cuando te vayas será imposible que dejes el agua corriendo (a menos que pierdas un zapato) ¡Ahora ya lo saben! Si no hay grifos, tal vez haya pedales. Y si no, que el Señor los ilumine o que el baño tenga depósito de agua para poder quitarse el jaboncito.

Capítulo 3: el inodoro
En la muy modernosa National Gallery de Londres, donde el sistema de lavabos era óptico pero con el detector por encima de la canilla (había que encontrarlo, eh!) guardaban también una curiosidad para cuando fueras al baño. Ustedes vieron como es eso de usar los baños públicos. Uno los usa y después tira de la cadena/aprieta el botón. Pues bien. Cuando me incorporé para apretar el botón, ¡Madre Santísima!, la cadena se tiró sola. Yo pensé, "ay, Dios mio, acá alguien espía". Pero no. La tecnología justamente apunta a reemplazar las actividades humanas por demás tediosas, como andar espiando por un agujerito para ver cuándo la persona terminó de eliminar todo lo eliminable y hacer correr el agua, por algo que lo haga sin humanos de por medio y con igual efectividad y eficiencia (se supone). Después vi el cartelito que informaba que el desagüe se activaría solito cuando uno se alejara del retrete. ¡Cosa 'e Mandinga!

En definitiva me vine a enterar de semejante forma que las cosas que conozco como obvias en verdad no lo son. Y que hay gente que proyecta e inventa en cosas tan cotidianas que, al menos a mí, me asombran sobremanera.

voyage voyage

En la primavera de 2008 me tomé unas sagradas vacaciones de dos meses para recorrer algunas ciudades europeas. Las sensaciones generales que no entran en donde anduve sino en curiosidades encontradas por ahí, pretendo, de a poco, rescatarlas de mi memoria y escribir, a partir de ellas, algo que las sintetice de alguna manera que valga la pena. Y publicarlas en esta "sección" viaje.

lunes, 23 de febrero de 2009

De estreno

¡Estoy de estreno! Y eso me pone muy contenta. Tantas cosas escritas que tengo por ahí y tantas cosas que tengo ganas de escribir, finalmente se juntarán aquí. La búsqueda del título era crucial, y este hermoso tango de Ferrer y Piazzolla finalmente me dio la síntesis creativa que me faltaba para poder ponerle un nombre.

Balada para un loco es para mí un oasis de optimismo y pasión en el gran terreno de melancolía, tristezas, frustraciones y rencor de las letras de tango. Como todos los humanos, cuento yo también con ese oasis y con ese terreno. Elegir este título refleja mi intención de potenciar un espacio ameno y optimista, tratando de dejar a un lado la violencia y la ira. Claro que habrá de ambos, como en el tango. Sólo que espero que la proporción sea inversa.

Sean bienvenidos. Me va a encantar saber de ustedes y leer sus opiniones.