martes, 10 de marzo de 2009

conversaciones truncas

Muchas veces escuché que la falta de actividad y compromiso político de mi generación es una de las consecuencias indirectas de la última dictadura militar; que nos quedó un reflejo del "no te metás", tan arraigado en muchos de la generación anterior que supieron de las consecuencias que sufrieron otros muchos de los que sí se metieron.

Tengo la sensación de que el fanatismo exacerbado con el que se planteó la política en esos años, y que llegó a nuestros oídos de forma directa o indirecta, aportó el resto.

Pareciera haber quedado la sensación general de que una discusión trae consecuencias dramáticas, si no nefastas. Y pareciera existir la falsa ilusión de que su único propósito es poner de acuerdo a las personas y unificar criterios; de tener que cambiar el parecer de los demás; de obligarnos a sostener nuestra postura porque, de lo contrario, estamos dejando que nos llenen la cabeza con ideas ajenas a las nuestras (como si nuestras propias ideas no nos hubieran sido ajenas alguna vez).

Hoy encuentro que tratar de armar una discusión sobre determinados temas se convierte en una misión faraónica. Con el pretexto de que nunca nos vamos a poner de acuerdo, las conversaciones quedan truncas. Hay veces en las que, incluso, el solo hecho de que alguien emita una opinión lleva a que otro se ofenda y salga a defenderse. Como si la mera enunciación de una opinión estuviera tratando de cambiarlo (¿sentirán algunos que se les destruye lo que consiguieron construir?)

Para mi gusto, discutir construye. Y ME construye, porque me enriquece. Me enriquece porque conozco otras miradas. Y porque mirando y escuchando aprendo. Y aprendo no sólo de otras realidades, sino que aprendo a expresarme para conseguir transmitir lo que creo, lo que siento, lo que pienso, lo que me gusta y lo que me gustaría.

Sin temor a sentirme una veleta creo que si durante una conversación alguien esgrime argumentos razonables, sensatos, lógicos y que llevan a mostrarme que mi postura es errónea, o que hay otras tan válidas como la mía, no encuentro razón alguna para no cambiar de parecer. Y si no consiguiera ver en los argumentos de los demás todas estas condiciones, igual me va a haber servido discutir porque voy a haber conocido más al otro, voy a haber conocido un mundo más amplio que mi realidad, voy a haber visto más allá de mis narices y de mi entorno y me va a haber aportado sensibilidad y criterio. Y con criterio y sensibilidad vamos a poder armar un mundo más sólido y más justo.

Tengo la certeza de que nunca vamos a dejar de estar en un raviol porque nunca vamos a conocer absolutamente todas las realidades. Pero discutir nos hace pasar a un raviol con un ambiente más. ¡Y yo quiero llegar a tener un palacio de ricota y nuez!

2 comentarios:

  1. Expresás por un lado todo lo que te aporta como ser humano, como humanidad, una discusión, un debate, y luego querés abarcarlo como grupo social, como yunta. Es un retroceso grosero.
    Me encanta tu caligrafía!

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  2. Luk, releí por completo lo que escribí y no encontré el abarcativo del grupo social y de la yunta. Si te referís a la última oración del penúltimo párrafo (que es lo único que encuentro en plural), no encuentro que agregue a nadie en mi convicción de discutir y debatir con sensatez. Estoy remarcando que para construir un mundo mejor necesitamos criterio y sensatez, algo que no sólo se puede obtener mediante las discusiones.

    Si me equivoco en lo que interpreté como tu comentario, bienvenida la aclaración.

    Y si no me equivoco, te agradezco igual la observación. Me vino bien para releer lo escrito con otra mirada.

    Saludos.

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