sábado, 18 de abril de 2009

ese hablar tan especial

La particularidad de estos seres radica en la forma cuadrangular de su base. Y en su cadencia al hablar.

Son cuadrúpedos, sí, pero caminan erectos como los humanos. Los biólogos no han conseguidos clasificarlos todavía pues no entran en las categorías establecidas para los animales. Pero poco me importa en este momento si llegaron o si surgieron. Me gustaría contar sobre aquello que tanto me ha hecho reír ayer mientras los observaba charlar caminando delante mío.

Miden alrededor de un metro ochenta y tienen, globalmente, forma de botella. Son carnosos, pero estilizados. Tienen una cabeza pequeña y unos brazos cortos con los que consiguen llevar las manos a la boca para tapar sus bostezos, pero no mucho más. Como les decía, su base es cuadrangular y en cada uno de sus cuatro ángulos tienen un pie que mira hacia afuera, de manera que de cada arista asoma sólo un pie. A diferencia de los cuadrúpedos que conocemos, que tienen todos los pies orientados en el mismo sentido, ellos tienen uno hacia cada lado. Algo así como las puntas de una estrella esvástica. Tampco avanzan manteniendo dos pies en el piso y dos en el aire. Sus pies actúan como pivote: con uno efectúan un giro de 90 grados mientras los otros tres permanecen en el aire. El paso termina cuando los apoyan, dejando delante del que ofició como pivote el pie que estaba a la derecha o a la izquierda, según el sentido en el que vinieran girando. Por supuesto que siempre giran hacia el mismo lado durante una caminata, de forma que cada pie hace de pivote una vez cada cuatro pasos.

Como corresponde a casi todos los seres vivos que conozco, piernas, cuerpo y cabeza corresponden a una única unidad y no puede girar una sin girar la otra. Si a esto sumamos lo del párrafo anterior entendemos inmediatamente que mientras caminan sus cabezas dan giros de 360 grados, con lo cual no van mirando permanentemente para el mismo sitio.

Verlos caminar de a dos es un espectáculo. Para evitar golpes y optimizar sus charlas, caminan girando en sentidos opuestos: el que se encuentra a la izquierda lo hace hacia la derecha, y hacia la izquierda el otro. La consecuencia directa de este andar es que de cada cuatro pasos, en uno quedan dándose la espalda. Esta situación los lleva a que en el instante en que no pueden verse y, claramente, tampoco escucharse, suspenden su charla por unos segundos. Así, entonces, durante tres pasos charlan y durante uno callan. Incluso en discusiones acaloradas, pues no tiene sentido seguir el diálogo cuando el otro no puede oír.

Hasta ahora, cada vez que me los crucé caminaban de a dos, así vinieran muchos en un mismo grupo. Cada pareja habla en voz queda, como con un respeto grupal para que todos puedan seguir sus conversaciones duales. Tengo la sensación de que este andar de charlas interrumpidas y de giros de bases angulosas afecta seriamente su vida social. Tal vez las charlas multitudinarias sólo se den alrededor de una mesa o un fogón, pero siempre quietos.


Me animé a observarlos durante cuadras y a escribir esta descripción durante horas. Si alguien quiere animarse a dibujarlos por mí, le estaré enormemente agradecida.

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