martes, 24 de febrero de 2009

agua pública

Una de las cosas que me asombró de viajar por diferentes países fue encontrar una amplia gama de mecanismos de desagüe y de apertura del agua dentro de los baños. ¡Y no sólo en los inodoros! Tengo para contar también de lavabos y de duchas.

Capítulo 1: la ducha
Sucedió en dos de los tres hostels que habitamos en Berlín. Hora de la ducha. Hostel impecable. Baño muy cuidado. Busco cómo se abre la canilla y sólo encuentro un monocomando (hasta ahí nada nuevo) pero con tecnología pressmatic, esa que saca una cantidad de agua fija cuando se presiona. No cabía en mi asombro. Los primeros cinco minutos los dediqué a buscar cuál era el mecanismo que había que activar para que se mantuviera fijo y no tener que presionarlo cada 30 segundos (al tiempo que mi cerebro repetía incansablemente "me están cargando"). ¡Claro! Yo daba por sentado que ese mecanismo existía, porque no podía ser que pretendieran que me bañara apretando el grifo a razón de 2 veces por minuto. Pero era así. Si no, ¿qué sentido tenía que pusieran esa tecnología en las duchas, no? Economizar agua, que le dicen. En definitiva, me sumé al juego. Usé el agua necesaria para enjuagarme y en los momentos en que no la requería, no la hacía correr. En el siguiente hostel la situación fue la misma. Y después ya me quedó un poco como manía (para variar) aprovechando que las duchas tenían monocomando y la temperatura quedaba ya ajustada. En los momentos que no resultaba estrictamente necesario, cerraba el agua. ¡Y más planeta para todos!

Capítulo 2: el lavabo
Firenze. Bar en el que nos daban el desayuno del hotel donde parábamos, a falta de espacio para que lo sirvieran en el mismo lugar que donde dormíamos.
Después de tomar el violento café con leche, que me dejaba temblando por tres horas, de comer la "factura", que me dejaba las manos enchastradas, y de leer algo en el diario, que me hacía sentir que entendía algo de italiano, fui a quitarme la melaza que había pasado de la factura a mis dedos. El baño era un recinto de una sola puerta donde entraban tanto hombres como mujeres. Ahí estaba la pileta para las manos y los inodoros estaban detrás de las puertas que sí separaban a las gentes por su sexo (discriminación! discriminación!). Como es el clásico proceder, me puse jabón líquido, hice espumita y, cuando quise enjuagarme, válgame Dios, ¡no había grifos! Ustedes dirán "mujer, el detector de manos". Yo les contestaré: tendrían que haber visto el estado y la antigüedad de ese baño para que ni se les pasara por la cabeza semejante idea. Pero por suerte a esa altura del partido ya estaba, además de hiperestimulada por el café, preparada para que las cosas no fueran como lo esperado. Después de buscar por los lugares cotidianos, miré por debajo de la pileta (ahora no entiendo cómo se me ocurrió eso) y encontré un pedal. ¡Sí, señores! Un pedal mediante el cual se abría el flujo del agua. Mecanismo inteligente, por cierto. Podés usarlo en continuado y cuando te vayas será imposible que dejes el agua corriendo (a menos que pierdas un zapato) ¡Ahora ya lo saben! Si no hay grifos, tal vez haya pedales. Y si no, que el Señor los ilumine o que el baño tenga depósito de agua para poder quitarse el jaboncito.

Capítulo 3: el inodoro
En la muy modernosa National Gallery de Londres, donde el sistema de lavabos era óptico pero con el detector por encima de la canilla (había que encontrarlo, eh!) guardaban también una curiosidad para cuando fueras al baño. Ustedes vieron como es eso de usar los baños públicos. Uno los usa y después tira de la cadena/aprieta el botón. Pues bien. Cuando me incorporé para apretar el botón, ¡Madre Santísima!, la cadena se tiró sola. Yo pensé, "ay, Dios mio, acá alguien espía". Pero no. La tecnología justamente apunta a reemplazar las actividades humanas por demás tediosas, como andar espiando por un agujerito para ver cuándo la persona terminó de eliminar todo lo eliminable y hacer correr el agua, por algo que lo haga sin humanos de por medio y con igual efectividad y eficiencia (se supone). Después vi el cartelito que informaba que el desagüe se activaría solito cuando uno se alejara del retrete. ¡Cosa 'e Mandinga!

En definitiva me vine a enterar de semejante forma que las cosas que conozco como obvias en verdad no lo son. Y que hay gente que proyecta e inventa en cosas tan cotidianas que, al menos a mí, me asombran sobremanera.

2 comentarios:

  1. Me encantó este post, creo que cuando uno viaja esos detalles sorprenden tanto como las distintas comidas o el distinto lenguaje.
    Con respecto al inodoro automático, me pasó de cruzarme con uno de esos en algún lugar de europa que no recuerdo. Se ve que cuando me tengo que sentar en un baño público, titubeo. Porque el sistema de riego automático pensó que ya había finalizado lo mío y me salpicó todos los colgantes.

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  2. Hola Dennis, bienvenido!
    Qué horror lo que cuenta. Parece que entonces sí conviene que en lugar de sistema automático haya una persona observando por un agujerito para saber cuándo terminamos! Claro, tendríamos que confiar en que su diversión diaria no consista hacer correr el agua a propósito.... ¡Maldición! ¡¡estamos atrapados entre las aguas (servidas)!!

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