Desde hacía algún tiempo en este blog nos veníamos preguntando una y otra vez por qué Mambrú se habría ido a la guerra. Como las incertidumbres nos abruman y angustian, partimos a tierras lejanas con ese interrogante en mente y como lanza direccional, en busca de alguna respuesta que nos explicara por qué, ¿¡por qué!?, Mambrú se fue a la guerra (chiribín chiribín chin chin).
Como nuestros pensamientos están en concordancia con el devenir de las situaciones, encontramos, días atrás y en una biblioteca situada en medio de un páramo, un documento que calificamos como vital para los avances de nuestras investigaciones. En él, Mambrú se dirige a un amigo contándole de sus decisiones y sus movimientos. La carta dice así:
'Mi fiel amigo Ubuntu:
Lejano ya a las veladas de grapa y cigarros que compartíamos años atrás, me comunico contigo con el propósito de resucitar una amistad que tanto bien me ha hecho y, confío, tanto bien te ha hecho también a tí.
Mi vida viene siendo una juerga constante desde que, cansado del "cambiame la lamparita", "ayudame con las compras" y "¿cuándo vas a arreglar esta gotera?", decidí poner fin a mis días de tormento y, con un "Vieja, fijate que me tengo que ir, que se armó la rosca en los países conurbanos", lanzado desde la puerta del comedor, abandoné esposa y hogar para siempre jamás. No lo cuento con orgullo, ciertamente no. Pero ha sido una decisión tomada después de varias noches de meditación en el insomnio. Mi matrimonio estaba corroyendo mi paciencia y temí que mi vida se cortara abruptamente a causa de los nervios y los esfuerzos requeridos en mi rol de hombre y marido.
En la huida arrastré conmigo al marido de doña Catalina, el marqués, que se vino sin abandonar su espada autografiada por San Andrés. Se sumó de puro gusto y divertimento cuando entendió qué estaba sucediendo conmigo y cuál era mi propósito, aunque hoy creo que no tomó mi determinación en serio. Así fue como comenzamos nuestro periplo de taberna en taberna y de pueblo en pueblo. Al inicio no hubo más que diversión y confidencias, pero poco después, cuando el alcohol le pegaba mal al marqués, éste comenzaba a llorar y a decirme cuánto extrañaba a su mujer y a sus catorce hijos, a quienes enumeraba por orden de nacimiento y de quienes, en cada ocasión, mencionaba particularidades y hazañas. Las primeras veces que se dio esta situación escuché sus lamentos con atención de amigo, tratando de consolarlo recordándole los gratos momentos que veníamos pasando lejos de nuestras familias. Pero con el tiempo fui entendiendo que él no disfrutaba tanto como yo de la lejanía; y claro, yo no tenía hijos a quienes extrañar sino una esposa quejosa y reclamera que no me dejaba jugar a las cartas con los amigos en la mesa de los dados. Fue entonces que un buen día, con la misma determinación con que se vino conmigo, me informó que regresaba a su hogar, de donde nunca debía haberse ido siguiendo a un quijote frustrado y fracasado, y se fue, finalizando así siete años de correrías y aveturas. Supe, por boca de otro lugareño que encontré tiempo después en una pensión en que habité, que, como última jugarreta, el marqués le jugó un chascarrillo a su mujer al momento del encuentro, haciéndose pasar por otro y contándole de la muerte de su marido. ¡Qué tipazo! Se ve que en el camino le volvió el humor. Aún lo extraño.
Como mencionaba inicialmente, quisiera retomar nuestra amistad, no donde la he dejado sino donde se encuentre ahora. ¿Qué tienes para contarme, querido amigo? ¿Qué ha sido de tu vida y de nuestro pueblo?
Me despido de ti enviándote un fuerte abrazo y dejándote una reflexión final, que me recito cada noche al acostarme:
Hay quienes se pasan la vida tratando de dominar a sus mujeres para su propio beneficio; yo, de farra. ¿Quién es más vivo?'
Con ese interrogante cierra Mambrú su carta y nosotros el post, felices de enterarnos de que hubo Mambrú pero no guerra.
Fe de erratas: Paula me hizo notar que Catalina acusa 4 ó 6 hijos (según la versión que se encuentre) al afirmar que tiene 2/3 hijas mujeres y 2/3 hijos varones. Desde la redacción de Golondrina hemos revisado la carta con minuciosidad tratando de determinar si acaso habíamos confundido algún pliegue del manuscrito con un "1" delante del cuatro, y no. Claramente Mambrú menciona al Marqués hablando de 14 hijos. Con esto queda clarísimo que este señor, tan marido de Catalina, no sólo la dejó amurada durante 7 años con la mentira de la guerra sino que, además, ocupó ese tiempo en dejar, a modo de sendero, herederos que puedan reconstruir el camino de sus fechorías.
Gracias, Paula, por la observación.